Un factor esencial, aunque no siempre explicito, del Sistema Seguro es el factor humano en la seguridad vial. Realmente, se puede decir que es el factor nuclear del Sistema Seguro, desde el momento en que su Visión se formula en el sentido de evitar, por completo, que ninguna persona que participe en la movilidad pueda resultar muerta o herida grave.
De esta forma, el Sistema Seguro coloca a los seres humanos en el centro del sistema de transporte y movilidad, independientemente de en qué forma participen en él (conductores, pasajeros, a pie), y teniendo en cuenta las diferentes capacidades de cada persona según su situación (con especial prioridad a la infancia, jóvenes, personas mayores y personas con movilidad reducida).
Por eso asume que, si bien las personas generalmente conocen y cumplen las normas de tráfico, pueden cometer errores cuando se mueven por la red viaria (como lo pueden hacen en cualquier otra actividad de su vida en general), y siempre habrá errores que resulten en siniestros. Esta es la razón del primer principio del Sistema: la falibilidad de las personas.
Ahora bien, el pretender compensar estos posibles errores por medio de otros elementos del sistema, como los vehículos, las vías o la tecnología, no debe llevar a pensar que con ello se evita, o ni siquiera se diluye, la responsabilidad de las personas. Esto supondría olvidar el tercero de los principios antes enunciados, el de la responsabilidad compartida; y haber pasado, erróneamente, de un enfoque tradicional (totalmente superado) en el que toda la responsabilidad se hacía caer sobre las personas usuarias, a otro en el que toda la responsabilidad recaiga en las autoridades o en quienes diseñan y construyen las vías y los vehículos (que, por otra parte, también son personas y también pueden cometer errores).
En cualquier caso, para que esto pueda ser así, y en coherencia con lo expresado anteriormente —personas generalmente educadas y cumplidoras de las normas— es imprescindible que todas las personas que participan en el Sistema, desde sus diferentes grados de implicación, sean conscientes de su situación y dispongan de la educación, los conocimientos y las herramientas para cumplir con su responsabilidad.
Por ello es fundamental que la capacitación para tomar parte de la movilidad de forma segura abarque a todas las personas y a lo largo de toda su vida como usuarios. Sus circunstancias y sus necesidades cambian, sin duda, a lo largo de la vida; pero de hecho cambian también en un mismo día, o incluso en un mismo trayecto, en el cual una persona puede ser, con poco tiempo de diferencia, peatón, conductor o usuario del transporte público.